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Lo que aquí se expone son meditaciones personales, no una doctrina. Si este espacio, nacido y expuesto desde la reflexión personal, ayuda a que otros reflexionen sobre sí mismos y orienten su vida hacia los valores del Evangelio, habrá conseguido su única finalidad.

sábado, 26 de marzo de 2011

Dos inquietudes de la samaritana


Cuando se entabla el dialogo con el Señor, la primera inquietud que muestra la samaritana es la de calmar su sed. Los antepasados del pueblo judío andaban errantes con sus rebaños de una fuente a otra. Los más famosos (como Jacob) habían cavado pozos, en torno a los cuales el desierto empezaba a revivir.

Así somos los hombres: buscamos por todas partes algo para calmar la sed y estamos condenados a no encontrar más que aguas dormidas o estanques agrietados, como lo dice el libro del Génesis. Jesús, en cambio, trae el agua viva, que es el don de Dios, y que significa el Espíritu Santo.

Cuando hay agua en el desierto, aunque no aflore en la superficie, se nota por la vegetación más tupida. Lo mismo pasa con nosotros: nuestros actos se hacen mejores, nuestras decisiones más libres, nuestros pensamientos más ordenados hacia lo esencial. Pero no se ve el agua viva de la que proceden estos frutos; ésa es la gracia divina contra la cual la muerte no puede nada.

La mujer samaritana tenía una segunda inquietud: conocer  ¿Dónde está la verdad? Jesús le dice: Has tenido cinco maridos... En esto expresa el destino común de la gran mayoría de la humanidad, que ha vivido sirviendo a muchos dueños o maridos y, finalmente, no tienen a quien poder reconocer por su Señor.

Este encuentro en el pozo de Jacob es la historia de nuestro propio encuentro con Jesús; los caminos por los que Jesús lleva a esa mujer a reconocerlo y a amarlo son los caminos por los que lleva a cabo nuestra conversión paso a paso. Al final la mujer se hace discípula de Jesús, y por su propia experiencia se hace también su apóstol. El conocimiento de Jesús es la fuente del apostolado. Evangelizar es compartir nuestra experiencia con otros.

2 comentarios:

Angelo dijo...

A mi hoy este pasaje evangélico me sugiere las sequedades de nuesta alma, el desierto en el que se sumerje, la necesidad de esa agua que Cristo habla a la samaritana.
Ho también como ella digo "Señor dame de beber"
Abrazos

Anónimo dijo...

Ojalá nunca deje de sentir en mi esa sed, esa necesidad del Agua de la Vida que es Cristo.
Un abrazo.