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Lo que aquí se expone son meditaciones personales, no una doctrina. Si este espacio, nacido y expuesto desde la reflexión personal, ayuda a que otros reflexionen sobre sí mismos y orienten su vida hacia los valores del Evangelio, habrá conseguido su única finalidad.

domingo, 22 de mayo de 2011

Ante el dolor



El dolor ajeno produce silencio. Al menos en mi caso. Raramente sé qué decir, porque ante ese misterio, uno de los más grandes de la condición humana, cualquier palabra me parece vulgar, vacía, insípida, impertinente.

Ocurre otro tanto con los gestos: apretar la mano, dar un abrazo, mirar queriendo, sin fingir. Con algunas personas es fácil y, además, funciona: les tranquiliza y les acalla. Con otras resulta a veces arriesgado, no por ellas sino por las que están alrededor y pueden mal interpretar, porque carecemos ya de aquella inocencia original que nos permitía abrazar y recibir abrazos con mero afecto, sintiéndonos amparados. Eran abrazos protectores, sencillos, sin doble o triple intención. Abrazos como refugios, en los que no cabía interpretación perversa, sino apenas consuelo.

Quizá es que en nuestra sociedad nos tocamos demasiado, a todas horas, con cualquiera y en cualquier lugar, y luego nos falta el abrazo y el gesto bueno, el que cura.

No sé. Estas semanas he visto mucho dolor cerca y no he sabido quizá corresponder al momento: muertes, enfermedades graves, tristezas largas y anchas, penas de varios colores e intensidades y he dicho palabras que quizá han consolado o no, me he puesto cerca o lejos, según convenía, he estado quieto e inquieto. A veces, pongo en una lista los nombres de esas personas y sólo rezo.

7 comentarios:

Miriam dijo...

Me desconcierta, me hiere el dolor ajeno que no sé como mitigar, como consolar.
Aun no he asumido que no puedo solucionar ni hacer feliz a todos. Que cuando consigo consolar, es Dios quien lo hace y se presta a hacerlo a traves mio
En los momentos de mayor dolor ajeno, solo sé rezar. O al menos intentarlo
Me ha gustado esta entrada, gracias¡

Anónimo dijo...

Ante el dolor ajeno frecuntemente me encuentro tal como describe en su entrada, cualquier palabra, cualquier gesto me parece vacío... Lo que de verdad quisiera es poder cargar con ese dolor del otro, hacerlo mío y poder aliviar al que sufre.
Rezar, rezar por tanto dolor, por tanto sufrimiento como tenemos cerca y aún más lejos...ponerlo en manos de Dios es una tarea inceante cada día.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Muy cierto lo que dices hermano, la vida es hermosa y la amamos como discipulos del Dios de la Vida y del Amor, pero muchas veces nos toca muy de cerca el dolor, el sufrimiento y la muerte. A mi en lo personal siempre me ha ayudado pensar que mucho más grande que nuestro amor a los seres queridos es el amor de Dios, y si Él permite todo eso, será porque tiene les ama y en ese amor el sufrimiento y la muerte tienen un objetivo tambien de amor eterno.

Santisiembra dijo...

Es así, cuesta encontrar una palabra que verdaderamente aliente al que esta sufriendo, también me cuesta y tal como dices, no siempre es oportuno esa otra expresión no verbal, aunque creo que esos momentos no deberían verse detenidos por el "que dirán". Tal vez lo que más tenga sentido en todo esto es sentir y estar en empatía con el que sufre, es una señal de estar vivos, de estar aqui, de que no nos hemos vuelto inmunes ante la desgracia ajena. Me gusto el post.

R.Flores dijo...

No todos tenemos las palabras apropiadas para consolar y fácilmenente como dice ud podemos herir sin intención de hacerlo. Algunas veces quiesieramos ayudar de esta u otras formas; pero a cada uno DIos ha dado lo suyo y cada quien sabe como actuar en estos casos.
Los pequeños gestos (abrazos, saludo de mano, palmada en la espalda, rezar...), ayudan mas que las palabras.

Anónimo dijo...

Ciertamente en un momento de dolor las palabras a veces no son suficiente o mejor a veces no son nada. El silencio y una mirada lo dice todo, una mirada tierna y solidaria en ese momento dificil.
Hermoso leer sus post, este en lo personal esta muy especial. Padre Roberto siempre le sigo sus escritos porq me confortan mucho.

Su amiga por siempre.

Cristina dijo...

Gracias por tus palabras, han sido más especiales de lo que imaginas, en ésta entrada, y en mi propia entrada del blog.