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Lo que aquí se expone son meditaciones personales, no una doctrina. Si este espacio, nacido y expuesto desde la reflexión personal, ayuda a que otros reflexionen sobre sí mismos y orienten su vida hacia los valores del Evangelio, habrá conseguido su única finalidad.

martes, 26 de mayo de 2009

Únicos en el mundo.

Cuando dos personas se tratan durante largo tiempo de modo afable, colaborador, leal, generoso..., se convierten la una para la otra en algo único en el mundo. Fue la gran lección que le dio el zorro al Principito, cuando le hizo ver que la flor de su asteroide no perdía valor por el hecho de que hubiera en el mundo miles de flores semejantes a ella. El tiempo y el empeño que puso en cuidarla con esmero la convirtió para él en un ser singular, único en el mundo .

En su marcha hacia la morada de los hombres, el Principito ,recién llegado a nuestro planeta, encuentra un jardín rebosante de rosas, semejantes a la flor que tanto había admirado en su asteroide. Esta abundancia de flores iguales parece en principio reducir la suya a mero individuo de una especie. Al constatar que su flor no era única en el universo, el principito sintió una profunda decepción y rompió a llorar. Sabemos que la entrega al llanto significa, en una persona madura (el principito representa a un adulto con alma de niño), que algo importante se ha desmoronado en su interior. Esta situación límite fue ocasión propicia para aprender que la auténtica unicidad no responde al mero hecho de carecer de semejante, sino a la decisión positiva de establecer vínculos amistosos, actividad que en el plano de las relaciones hombre-animal se llama domesticar. Domesticar, le indica el zorro al pequeño, significa “crear lazos”, fundar ámbitos de convivencia o campos de juego en los que cada ser despliega sus virtualidades y alcanza su configuración genuina, que le otorga una condición peculiar y lo convierte en algo incanjeable, irrepetible, único.
“Si me domesticas tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo”.

4 comentarios:

Raquel dijo...

Domesticar y ser domesticados es la parte difícil del asunto

Sabes el llorar limpia el alma, y claro a veces cuando algo se rompe en mil pedazos dentro de nosotros, el alma llora y grita su angustia, y las lágrimas son el reflejo del alma dolida.

Domesticar, un término muy difícil de manejar, no deseo que un ser humano sea domesticado y que no tenga voluntad propia, eso es para los animales, el ser humano debe ser capaz de tomar decisiones, por más dolorosas y duras que sean.

Recuerdo que el tres veces presidente de Costa Rica, don Pepe Figueres, nos dijo una vez que los costarricenses éramos unos domesticados, y en verdad ese paradigma se rompió en la actualidad en mil pedazos.

Seamos capaces de amar aunque hayan miles iguales, si amamos algo que es único para nosotros, aunque hallan muchos más, habremos logrado algo positivo en nuestras vidas.
Saludos

Ahí esta implicita nuestra esencia comunitaria. Mi razón de ser eres tú, y tú sin mí no tienes sentido, ni razón de ser.
Somos seres en relación y nuestro gozo está contenido en ese amarnos fraternalmente. Todo encaja, no en vano ha sido nuestro PADRE DIOS quien nos ha enseñando, en su HIJO JESÚS, el camino de nuestra verdadera indentidad: "ámensen unos a otros como yo les he amado".
Un abrazo en XTO.JESÚS.

EL ANIMAL DOMÉSTICO...
y el hombre-mujer humanizado.
Mucho se habla del pasaje que el ser humano ha realizado, a través de los siglos, de habitar en la selva a convertirse en ciudadano, es decir, hombre que habita en la ciudad.
Me parece, en el caso de las flores..., que existe allí una metáfora del hombre, o de la mujer, convertidos en seres de amor, en espíritus nobles.
¿Llora el Principito de dolor...o de alegría?
Espero que sea de alegría, al contemplar, aquí en la Tierra, flores parecidas a las que existen en su mundo, el de arriba.
Sí, por supuesto, domesticar las tendencias humanas que apuntan a la agresividad destructiva,al odio, la violencia; domeñar ese corazón que a veces acciona peor que los mismos animales del campo, los salvajes.
Parece que existe un cierto instinto animal en muchos humanos, que le impiden semejarse a las "bellas flores de un apacible jardín, como el Edén".
Bravo, por el Principito, y las enseñanzas que su autor quiso legarnos.
Paz y bien