Mentirosos
Siempre he pensado que las palabras pueden curar. Me parece que, de hecho, algunas de mis palabras han sanado dolencias diversas. Sin embargo, sólo curan las palabras dirigidas con sinceridad.
Las palabras que sanan son las que sondean la propia alma y la obligan a reconocer esa línea difusa de egoísmos que cruza más a menudo de lo que luego quisiéramos recordar o admitir. Lo contrario enferma. Le pasa a casi todo el mundo. La espiral de la insinceridad empieza en la mentira que muchos cuentan sobre sí mismos, y luego se embrolla y se convierte en algo insoportable, denso, que genera una atmósfera asfixiante alrededor, en la que desaparece la confianza, porque, sencillamente, uno no se cree el engaño en el que otro se ha metido y que lamentablemente te quiere transmitir.
Por eso me asusta tanta ausencia de autocrítica, tan poca capacidad para pedir perdón, de reconocer los errores ¿Acaso no todos fallamos?, de echarle la culpa a medio mundo, tanto “volvería a hacer lo mismo” que sólo significa necedad reconcentrada que afila, a su vez, la capacidad de volver a los mismos errores, hasta la demolición.
Si la mentira complaciente sobre ti, te la crees tú mismo. Entonces, ¡ay del que discrepe!
3 comentarios:
La autocrítica es un ejercicio que debería implantarse en la sociedad, cada vez descubro que la excusa la sepulta muy frecuentemente. Un abrazo
Comparto totalmente tu pensamiento.
Cariñosssssssssssss
Cuanta verdad hay en esta entrada.
La verdad es hermana de la humildad.
Gracias!!
DTB!!
SL2!!
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